Teresa CarbajalDebo, no niego; pago, lo justo
¿En materia de inclusión financiera cual es la verdadera ayuda y protección que necesita darles el Estado a los Adultos mayores?El pasado 28 de agosto se conmemora el día del abuelo o del adulto mayor en nuestro País, justo en esa fecha, el Barzón daba a conocer a la opinión pública el caso de Gabriela a quien el Banco le devolvió su dinero, después de casi cuatro meses, en que le fue sustraído mediante aplicación bancaria, sin su consentimiento.
Ella es una mujer joven, en uso de todas sus capacidades, y además con estudios hasta de posgrado, ha tomado incluso cursos sobre cómo usar las tecnologías financieras para no cometer errores y llevar mejor sus finanzas.
Aún y con todo ello, y consciente de los riesgos que implica el uso de la banca digital, fui víctima del mal uso de sus datos personales, en donde le sacaron dinero de su cuenta y no obstante ello, hasta solicitaron un crédito a su nombre, del cual también sacaron el dinero.
Así, cuidadosa de su historial crediticio, decidió religiosamente pagar cada una de las mensualidades y sus respectivos intereses, para que no se afectara su Buró de Crédito, pero también para que mientras tramitaba la queja, el banco tuviera la certeza de que ella no tuvo la culpa del robo que sufrió.
Por el contrario el banco hizo de todo para que ella tuviera la certeza de que no le iban a devolver un solo peso; bajo el infalible argumento de que “alguien” utilizó sus contraseñas para sacar el dinero.
Fueron días amargos, de aclaraciones, de catarsis, de auto reproches, y de mucha frustración al ver como su banco, le contestaba improcedente todas sus solicitudes de aclaración y de reembolso del dinero.
Hasta que, con el acompañamiento del Barzón, pero con mucho valor y sobre todo la certeza de tener la razón, logró su objetivo; el banco le devolvió el dinero, hasta el último peso pagado.
Sin duda alguna su caso, me causó personalmente mucho gusto de saber que no se afectó su patrimonio, y que pudo ver devuelto su dinero; pero a la vez, me hizo pensar nuevamente en los millones de personas que sufren año con año, de este tipo de robo o vaciado de sus cuentas.
En especial de aquellos cuentahabientes en edad adulta mayor, a quien la época los arrojó a la inclusión financiera sin poder meter las manos o negarse, ya sea para el pago de sus jubilaciones o para simplemente recibir dinero.
Necesariamente tienen que abrir una cuenta en un banco, y peor aún, con todo lo que ello implica, usar aplicaciones móviles, hacer trámites físicos personales, leer y firmar documentos, llevar un registro de sus movimientos.
Conservar contratos, revisar estados de cuenta y un sinfín de cosas más, que difícilmente pueden hacer sin ayuda. ¿Y qué pasa en el caso de la mayoría de ellos, de los abuelos, de los padres, de los mayores? Pues les da pena, consultar a sus hijos, molestarlos, quitarles tiempo a los nietos.
Para no sentirse torpes o insuficientes acuden directamente a las sucursales a aclarar sus dudas, ¿y quienes los esperan ahí?, personas que saben que están solos, en la indefensión, que no cuentan con nadie.
Que tienen la certeza de que necesitan ayuda para hacer cualquier trámite o gestión, y peor aún que serán víctimas silenciosas de lo que les pase. Así las cosas, ya sea en los cajeros, en ventanilla, en el módulo que te reparte los turnos, en la sala de espera.
¿A merced quien se encuentran?, y eso por decir lo menos, porque afuera de, la realidad es aún peor. Volví a ver las cifras, mujeres, y adultas mayores son el principal blanco de la delincuencia, ya sea desde sus dispositivos móviles o en lo presencial.
Siempre habrá riesgos esperando por ellos. En necesario hoy más que nunca, con la cantidad de delitos al alza, poner atención en lo que está sucediendo con ellos en especial, con los robos que se quedan en la impunidad, porque les cuesta desplazarse.
Porque no tienen el dinero, ni el ánimo de moverse, porque prefieren quedarse callados a que alguien se entere o les recrimine su conducta. Deben recibir ellos una atención y protección diferenciada y especial, dadas sus circunstancias personales, para evitarles este tipo de dolores y de males.
Que nada de lo que hoy les pasa a ellos, no sea ajeno, o extraño, porque hasta allá a donde ahora los vemos, algún día estaremos nosotros si Dios permite.
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