¿Por qué aplazamos lo inevitable, desde pagar impuestos hasta limpiar la casa? Un estudio de la Universidad Estatal de Ohio desvela el enigma de la procrastinación y sugiere una salida.
La procrastinación, ese arte de posponer tareas para sumergirse en actividades más placenteras pero menos importantes, es un fenómeno bien conocido por todos.
Nos reímos de él, compartimos memes, y aun así caemos en sus redes una y otra vez, ignorando sabiamente el consejo de no dejar para mañana lo que podemos hacer hoy. Pero ¿se ha preguntado alguna vez por qué algunos parecen ser más susceptibles de caer en este patrón de conducta?
En un fascinante viaje por los laberintos de la mente humana, Russell Fazio, profesor de psicología de la Universidad Estatal de Ohio, y su colega Javier Granados Samayoa han desentrañado algunas respuestas. Su investigación, publicado recientemente en la revista Personality and Individual Differences, se sumerge en el misterioso mundo de nuestras actitudes y cómo influyen en nuestra tendencia a retrasar lo inevitable.
Los investigadores han descubierto que quienes nos inclinamos por una visión negativa de la vida somos, como era de esperar, los maestros de la procrastinación.
"Sesgo de ponderación de la valencia"
Centrándose en el "sesgo de ponderación de la valencia", un término elegante para describir cómo nuestras actitudes negativas o positivas toman el volante en decisiones críticas, Fazio y Granados Samayoa exploran este campo con la precisión de un detective. Como apunta Fazio, la gran interrogante es qué lado prevalece en este tira y afloja entre lo positivo y lo negativo cuando enfrentamos una tarea desagradable.
La procrastinación, lejos de ser una simple molestia, tiene consecuencias tangibles. Los estudiantes que se dejan llevar por ella suelen terminar el semestre agobiados por calificaciones más bajas, más estrés y un aumento en las visitas al médico. Sin embargo, no todo es desolación. La investigación también ha arrojado un rayo de esperanza: con un pequeño empujón hacia la neutralidad, incluso el más empedernido procrastinador puede encontrar su camino hacia una productividad más temprana.
"Estamos estudiando esta consideración de lo positivo y lo negativo que existe cuando la gente toma decisiones, y cómo el sesgo de ponderación de la valencia determina el camino que toma la gente", dijo Granados Samayoa.
El estudio de la procrastinación
En un trío de estudios, Fazio y Granados Samayoa pusieron a prueba sus teorías, desde analizar la tendencia a postergar la declaración de renta hasta observar cómo el autocontrol y la motivación juegan sus cartas en la procrastinación estudiantil. Lo que encontraron fue revelador: aquellos con una fuerte inclinación hacia lo negativo y poco autocontrol se veían más afectados por este sesgo, mientras que un poco de motivación adicional podría atenuar sus efectos.
"El primer estudio estableció el efecto básico del sesgo de ponderación negativa, pero el estudio dos aporta algunos matices", dijo Granados Samayoa, ahora becario postdoctoral en la Universidad de Pensilvania. "Para las personas que no piensan demasiado en ello o no pueden pensar demasiado en ello, sus tendencias de ponderación de la valencia guían su comportamiento de forma directa. Pero si alguien está más motivado y es capaz de pensar más en ello, eso puede traer otras consideraciones que amortigüen la influencia del sesgo de ponderación de la valencia", agregó.
Cambio hacia la neutralidad
Así, el clímax de su investigación fue un experimento que demostró cómo modificar este sesgo hacia una perspectiva más equilibrada podría, de hecho, acelerar la realización de tareas entre los procrastinadores. Es un descubrimiento prometedor, sugiriendo que un poco de equilibrio en nuestra valoración de lo positivo y negativo podría ser la clave para vencer la procrastinación.
Y es que, según los investigadores, tener un sesgo negativo no siempre es malo, ya que puede favorecer una evaluación más realista de nuestras capacidades, como prepararnos adecuadamente para un examen. Por eso, Fazio concluye que es preferible un equilibrio objetivo a inclinarse extremadamente hacia el optimismo o el pesimismo.
"Es mejor estar más equilibrado objetivamente que estar en cualquiera de los extremos", afirma Fazio. "Pero la situación en la que es probable que un sesgo de ponderación de valencia concreto sea problemático va a variar", concluyó.
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