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La democracia no es un poder absoluto.

Mientras tiene lugar el último informe de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, entra una nueva Legislatura que garantiza a un mismo partido el control de dos de los tres principales poderes de nuestro país: el legislativo a cargo de la cámara de diputados y senadores y el ejecutivo, que además del presidente lo integran todos los gobernantes. Es indispensable remontarnos a las clases de primaria para entender qué hacen estos poderes y por qué la reforma al poder judicial es en realidad un retroceso para la democracia. 

La historia nos ha enseñado que sin importar las intenciones de un gobierno, cuando el poder es absoluto siempre cae en la opresión. Como muestra de ello las monarquías que originaron la revolución francesa, justo en este periodo surgió la necesidad de una división de poderes pues si todo recae bajo un mismo punto no existe un equilibrio, no importa quién ostente el cargo, es fundamental que exista un contrapeso para no volvernos una tiranía. 

Montesquieu afirmaba que todo poder que no tenga límites, no puede ser legítimo. Y con las propuestas actuales estamos dirigiendo al país y a nuestra economía por default a un punto de gobernanza absoluta, que para quienes son fieles seguidores del actual líder del país podría parecer la profecía cumplida y el mayor sueño, pues sin duda es este gobierno quien se ha abanderado bajo el discurso de “primero los pobres” pero los números y la realidad de quienes ostentan cargos públicos más allá del presidente, distan mucho de la opinión popular. 

No se trata de unificar el poder para posibilitar nuevas reformas, se trata de un retroceso en cuanto a la creación de organismos autónomos que durante décadas fueron capaces de hacer un contrapeso a las injusticias de otros gobernantes, no directamente como oposición al presidente, pero sí de arbitrariedades de otros organismos como el ejército, gobernadores e instituciones públicas. Los organismos autónomos no son perfectos, requieren con urgencia de cambios profundos, pero no el control total bajo un mismo partido. 

Uno de los puntos más debatidos de la Reforma al Poder Judicial es la propuesta de que los jueces, ministros y magistrados, sean elegidos por el voto popular, considerando que actualmente la aprobación está en su mayoría de lado de MORENA, esto le daría en automático el control total de los tres poderes. La propuesta en sí puede representar un mayor fallo pues no garantiza la equidad con la que se intenta difundir, por el contrario, el poder estará en manos de quienes puedan costearlo y dejará de lado los años de formación y esfuerzos que actualmente se solicitan para llegar a esos cargos. 

Aunado a lo anterior está la idea de que el poder judicial representa un freno a las propuestas de desarrollo que presenta el ejecutivo, al tenerlo de su lado algunos podrán opinar que representa la oportunidad de verdaderamente transformar a México, sin embargo, desde las perspectivas internacionales de realizarse esta propuesta en realidad hay un retroceso como país, la inversión en México está disminuyendo ante la incertidumbre y nuestra moneda comienza a devaluarse aceleradamente. 

La desconfianza se va ligando a la marca de México con otras problemáticas, no sólo es el control absoluto de los poderes, sino también la falta de garantías, el discurso de priorizar a las minorías ha quedado en eso, no se ha escuchado a las madres de desaparecidos, no hay garantía alguna de seguridad y va creciendo el crimen organizado al igual que el número de feminicidios. Y no se trata de la popularidad del presidente que ha alcanzado a los gobernantes que se promocionan como cercanos suyos, si no de los puestos que ni mencionamos por tratarse de rangos menores donde se incrementó la corrupción y la extorsión, basta con hacer un análisis profundo de los secretarios de estado, de algunos alcaldes que poco a poco transformaron sus hogares y modestos vehículos. 

Ese es el ejemplo de lo que nos espera en caso de concretarse la Reforma al Poder Judicial, personas que comienzan a popularizarse bajo un discurso que nunca llegan a concretar y terminan vendiéndose al mejor postor. No es que actualmente el poder judicial sea perfecto, pero al menos es un contrapeso para una tiranía absoluta. 



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