Felipe de Jesús Fernández BasilioDesde a Janela
“Ya solo restan un mes y un día para que se vaya a … su rancho”
Según la cuenta que está arriba, el presidente de la república a poco más de treinta días de concluir su encargo no debería más que tener un par de ocupaciones: hacer la entrega del gobierno y hacer sus maletas; sin embargo, está tercamente empeñado en dinamitar al país, a su ventrílocua e incluso hasta su propio legado.
Y es que, con la serie de reformas, todas retrógradas, que está impulsando contra viento y marea está acabando incluso con lo poco que presumió en los cinco primeros años de su administración: la estabilidad macroeconómica y el llamado “súper peso”.
A la primera la hirió de muerte cuando preparó la última fase de la elección de Estado que vivimos (el proceso electoral) al incurrir en un endeudamiento descomunal y que, ahora que ganó a la buena y a la mala casi todo, va a dejar a la próxima administración sin margen para afrontar las diversas crisis que las reformas le van a provocar.
Mientras que, al segundo lo está hundiendo disparándole 20 torpedos, que son sus 20 reformas constitucionales, desoyendo a todas las voces jurídicas y económicas que le están señalando su error; al momento de escribir estas líneas el dólar ya había cruzado la barrera de los 20 pesos y si se llevan a cargo las susodichas reformas, seguramente la divisa norteamericana superará los valores que tenía en 2018.
Así es, el presidente está encaprichado y perdió todo resto de cordura, quiere imponer una reforma judicial que no soluciona ninguno de los verdaderos problemas que enfrentan los justiciables y que, para colmo, descompone lo único que medianamente sirve en el sistema de impartición de justicia; con ello no demuestra más que solo se trata de un acto de venganza política en contra de los juzgadores que frenaron muchos de sus excesos, ya que reforma algo que según su propio discurso ya estaba reformado, ya que en 2021 hizo lo que llamó la mejor reforma al poder judicial; luego entonces, ya no es necesaria ahora.
También se empecina en militarizar a tope la labor policiaca, cuando está más que sabido que eso no funciona y que, en cambio, aumenta el problema de la inseguridad y del fracaso de la procuración de justicia; los militares matan, no investigan y al no investigar, sobrecargan a los saturados y tampoco expertos en la investigación: los fiscales.
Así mismo, piensa acabar con la transparencia, la rendición de cuentas y la protección de los datos personales al desaparecer a la autoridad independiente que garantiza su exigencia y resguardo; con esa reforma el gobierno entregará la información que quiera y, lo que es peor, custodiará los datos personales de los mexicanos y con la simbiosis que hay entre el actual gobierno y el crimen organizado, estaremos expuestos a sufrir extorsiones y/o secuestros.
También acabará con los organismos que se encargan de vigilar la libre competencia en el mercado nacional y con ello no solo incumplirá con los acuerdos comerciales vigentes, sino que nos dejará a merced de los grandes monopolios existentes o que se conformen con los “nuevos ricos” creados a la sombra de la corrupción del poder.
Y si a todo esto le sumamos los pataleos y berrinches que hace al, como chamaco inmaduro, “poner en pausa” (eso no existe en diplomacia), la relación con nuestros principales socios comerciales, solo porque con toda razón expresan sus preocupaciones ante las reformas planteadas; ya que, al existir acuerdos comerciales vigentes, la soberanía nacional se ve reducida en virtud de los mismos, igual a como sucede cuando a nivel personal se lleva a cabo un contrato.
Las naciones tienen que cumplir los acuerdos al igual que las personas los contratos que suscriben y en el caso de México, la existencia de un poder judicial no politizado y la existencia de organismos autónomos que técnica e independientemente regulen diversos aspectos de la relación comercial, forman parte de tratados que se tienen que cumplir guste o no al gobierno y ni envolverse en la bandera de un supuesto mandato popular sirve para evitar las sanciones que correspondan.
Así es, el presidente está cada vez más enloquecido y con su locura, está saboteando la viabilidad inmediata del país y hasta tal grado llega su locura que está acabando con sus propios orgullos.
Al todavía presidente definitivamente ya lo perdimos, falta saber si la ventrílocua y sus cientos de títeres y marionetas en la próxima legislatura serán capaces de cortarse los hilos y mandarlo a hacer las maletas y si lo hacen será por su propio bien y por el de la República Mexicana.
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